sábado, 20 de junio de 2009

EL LITIGIO POR LA FABRICACIÓN DE LOS LADRILLOS PARA EL TEMPLO

He desarrollado en varios trabajos anteriores, que el pueblo del Diamante tuvo en 1848 el nacimiento de sus primeras instituciones a través de nombramientos ordenados por el general Urquiza. Así se organizó la comandancia militar, siendo nombrado Luis Hernández para asumir como titular.

Otro cargo que se creó fue el de Receptor de Rentas, cumpliendo con el importante papel que le correspondía en cuanto al manejo de los dineros públicos y el cobro de impuestos, Urquiza no dudó en designar a un hombre de su entera confianza y que había cumplido tareas personales para él y en oficinas en la costa del Uruguay: Dn. Manuel Agulla.

Muchas fueron las iniciativas que tuvo el comandante Hernández, pues Diamante no dejaba de ser un caserío que estaba creciendo sin ningún tipo de organización. Las primeras acciones tendientes a tratar de marcar aunque sea la cuadrícula de las manzanas y sus respectivas calles, a pesar que al poco tiempo de la fundación se habían delineado y amojonado por parte del agrimensor André, se habían borrado y le tocó a Ruiz Moreno gestionar que se volvieran a realizar. Con tal fin, el gobierno provincial encomendó durante 1846 para que la completara don Ruperto Pérez, quien finalizó su trabajo a fines de agosto del año siguiente; aunque posteriormente la perfeccionaría en sus detalles otro agrimensor: Dn. Francisco Solano Crespo.

Entre las tantas órdenes recibidas por Luis Hernández, seguramente la más deseada por la necesidad manifiesta que tenía la pequeña población de la Villa, era la construcción de un templo, tratándose del primer edificio con características modernas y utilizando material no empleado hasta en ese momento en el lugar, formando parte del plan de obras públicas diseñado por el gobernador y que el doctor Pedro Serrano, en ese momento residente en Concepción del Uruguay, se encargó de describir detalladamente en su obra "La riqueza Entre-riana" por la que se levantaron en las ciudades más importantes de la Provincia, escuelas, iglesias, sedes para las comandancias, etc.

La expectativa fue muy grande, pues a pesar que gran parte de los elementos que se necesitaban se debían traer de afuera, otros podrían ser fabricados en Diamante, como los ladrillos, aberturas, herrajes, etc., a la vez que generaba mano de obra local.

Urquiza con fecha 25 de setiembre de 1848, le ordenó al comandante Hernández que "con motivo que en esta Villa se ha de construir un templo y algunos otros edificios públicos por cuenta del Estado, es conveniente vea el modo de conseguir algunos individuos inteligentes en hacer ladrillos siendo de probidad y teniendo buenas recomendaciones. No tienen como poner en planta algunos hornos y con preferencia se tomará ladrillo que necesite para las obras públicas al precio corriente".

Inicialmente se pensaba traer gente de Victoria, como fue una de las sugerencias del gobernador, lo que dio lugar a la tan conocida leyenda, entre otras, que ese material o los peones fueron traídos desde ese destino, cuando en realidad, Hernández con gran sentido de la previsión y en su interés de promover el crecimiento de las actividades de producción de la Villa, ya había dado ese paso, por lo que le contestó que "el coronel Santiago Cardozo y el Alférez de la 5ª División don Gregorio Hernández han recibido del Estado dinero para formar sus fábricas, han construido un material superior y tiene alguna cantidad ya quemada y para tomarlo deseo me diga V. S. si debo tomar para el templo, comandancia u otro edificio para con arreglo a que sea descargado en el sitio que corresponde".

En realidad, en el caso del coronel Cardozo, Urquiza ya tenía conocimiento, pues poco tiempo antes y aprovechando que se debía enviar correspondencia a San José, Luis Hernández lo envió acompañado de una nota de recomendación, en la que le expresaba al gobernador: “Mi querido General: “El Coronel Cardozo conductor de esta marcha a la presencia de V.E. con el exclusivo interés de solicitar de V.E. el como poder emprender un trabajo de material, contando con un cortador superior y convenido de que le dejará alguna utilidad, deja un lugar elegido muy aparente para el efecto.
Como no pudiera encontrar otra ocupación que el que pudiere adquirir los medios de su subsistencia, yo mismo le he indicado, teniendo en vista la orden de V.E. con respeto a aprovechar hombre de industria y principalmente de este arte, a más del hombre que el tiene a su lado, tengo otro venido de Santa Fe con el fin de que lo acompañe a él del mismo oficio.
Yo le he ofrecido tomar en casa lo verifique una cantidad de material, para la obra de la Iglesia".

Cuando se decidió que la obra del templo se iniciara, el maestro constructor Mateo Santa Cruz realizó el trazado en donde se iba a comenzar a cavar los cimientos, acto que fue aprobado a través de una visita personal del ministro Galán, ante el pedido de nuestro Comandante que le había referido: "porque ese día se abren los cimientos de la obra del Estado y su presencia aquí nos sería muy necesaria, porque me temo se cometa algún error en la delineación y en tal caso es tiempo de enmendarse".

Los primeros tirantes encargados en número de cuarenta ya habían llegado en el patache nacional "Filomeno", las primeras doscientas fanegas de cal se había adquirido en Paraná a la firma Garrigó "por ser la cal de este señor más acomodada y de calidad aparente para mezcla", por lo que se procedió a comprar el ladrillo.

Así es que se adquirió la primer partida, eligiendo Hernández entre los dos hornos del pueblo al de su primo Silvestre, quién trabajaba en sociedad con un hermano: Gregorio, informando inmediatamente del hecho al ministro de hacienda Vicente del Castillo, que lo había efectuado "a ocho pesos el millar y tengo recibido diez mil y plazo de ocho días para recibir otro tanto, deseo se digne mandarme orden para el pago para que así puedan seguir el trabajo los encargados como se los he prometido".

Esta elección de quién fue el proveedor estuvo acompañada por la queja de Cardozo, que le manifestó al Comandante su creencia que había favoritismo en ella por el parentesco que unía las partes, sacando a relucir además algunas desavenencias pasadas, lo que desembocó en un distanciamiento personal y un litigio que sumó a muchos otros allegados. A pesar que Cardozo luego hizo una pequeña entrega, los problemas siguieron. La presión y los agravios que sufrió fueron tales, que ante el cariz que tomaba la situación y ante el peligro al que se creía sometido, decidió irse del pueblo sin antes hacerle llegar a través de conocidos, su versión al general Urquiza para que intercediera.

La ida de Cardozo, dejando abandonadas las instalaciones, su casa y una lancha en el puerto, dio lugar a la instrucción de una causa judicial, en la que seguramente la más grave acusación fue la de "salvaje unitario".

Los comentarios sobre la situación producida llegaron a oídos de Urquiza, que indudablemente tenía "muy aceitados sus servicios de informaciones", y ante la duda por las distintas versiones y tratando de interiorizarse, decidió consultar a su hombre de confianza: Agulla. El Receptor, en carta fechada el 7 de setiembre de 1849, le informó entre otras consideraciones que son muy curiosas, porque desnuda algunas cuestiones que sucedían en el pueblo en esa época: “Mi querido señor Gobernador: Es en mi poder la respetable carta de V.E. fechada el 1º del que rige. Quedo enterado de lo que en ella se sirve ordenarme, así como también del contenido de la que con la misma me adjuntaba y que devuelvo incluido con esta. Algo delicada esta comisión que V.E. me encarga, pero la cumpliré con decir a V.E. la verdad de cuanto sepa en prueba de la lealtad que debo a la muy querida persona de V.E.
Cuanto expone Cardozo respecto al ladrillo no es exacto, ya Hernández había contratado mucha parte o el todo del material que se necesitaba para la obra de la iglesia y por consiguiente no sé como quería Cardozo que se le paguen a él a $ 10 el millar cuando el que había contratado costaba $ 8.
Si se le atribuyen a Cardozo que se halla llevado dos muchachos de las barrancas, tiene razón en decir que es una calumnia, por que éstos se fueron algunos días antes que él".

Luego de otros detalles sucedidos en la Villa, cerraba su misiva, expresando "No es mi objeto justificar la abominable conducta del ingrato Salvaje Unitario Cardozo, no señor; pero según he oído fue Hernández quién lo precipitó a tener que fugar. Yo sólo soy sabedor de que a Cardozo se lo miraba con mucho desprecio, hasta el extremo de no invitarlo a tener parte de los regocijos públicos de mayo y julio.
He sido demasiado extenso y el asunto es para llenar mucho más papel. Si me fuera posible hablar con V.E. entonces sabría más pormenores.
Soy mi siempre querido Gral. su muy obediente y leal servidor”.

Lo ocurrido, que tuvo otras idas y venidas, convenció a Urquiza de transparentar la administración de la obra del templo y evitar cualquier otro problema, por lo que ordenó formar una Comisión que se encargara de la tarea y cumpliera estrictamente con todas los requisitos. Fueron nombrados para integrarla los vecinos Antonio Ríos (era el Juez de Paz), Benito Pujato y Domingo Madolell, quienes debieron trabajar coordinadamente con Agulla, que a la vez era el encargado de hacerles llegar los fondos necesarios. Además todos los comprobantes que se extendieron, tuvieron que ser firmados y avalados por el comandante Hernández, que debieron ser asentados y que fue comenzado a llevar desde octubre de ese 1849, un "Libro registro de gastos en la obra de la iglesia llevada por la Comisión Administradora", que fue cerrado el 24 de marzo de 1851, momento en que se elevó para su aprobación por el ministro Del Castillo.

Este hecho, sirve para profundizar el estudio de esa etapa que vivió Diamante en el comienzo de su existencia, la construcción de nuestro primer templo y tomar posición en cuanto a la veracidad de la leyenda que algunos continúan repitiendo y para mí totalmente infundada, que ese edificio iba a ser inicialmente una escuela y se modificó para templo, costeándose con un dinero dejado en su testamento por Cipriano de Urquiza, cuestión que no existió, comprobable con la rica documentación que ha quedado archivada no sólo de los actos oficiales, sino además, como la que incluyo para la elaboración de este trabajo, de cuestiones personales y reservadas, obrantes en los Archivos General de la Nación, de la Provincia de Entre Ríos y del Arzobispado en Paraná.

Un trabajo de Ricardo César Brumatti
Cronista Histórico de Diamante

No hay comentarios: