viernes, 14 de agosto de 2009

LAS BATERIAS DE PUNTA GORDA



Un trabajo de Ricardo César Brumatti

Revisando copias de los originales de los oficios intercambiados entre 1812 y 1813 (conservados en el Archivo General de la Nación), por quienes protagonizaron ese primer asentamiento temporario de tropas en Punta Gorda, marcando lo estratégico que representó este punto durante el siglo XIX, me pareció oportuno recrearlo debido a algunos detalles no tan divulgados.

Todo comenzó cuando a fines de 1811 la decisión de los Jefes del ejército español de no cumplir el convenido armisticio entre Montevideo y Buenos Aires, hizo surgir la posibilidad cierta que una escuadrilla realista remontara el Paraná, provocando que el Triunvirato proyectara instalar una Batería de grueso calibre en la Capilla del Rosario para tratar de interceptar las referidas naves. Fue el general Manuel Belgrano el encargado del comienzo de la tarea, apoyado luego por el Teniente Coronel de Ingenieros Dn. Angel Monasterio, quedando así instaladas dos durante el mes de febrero, la de la Isla, denominada "Independencia" y la de Costa Firme "Libertad", y que dio lugar a que en ese escenario, el día 27 se enarbolara por primera vez la bandera creada por su Jefe. Posteriormente, él seguiría rumbo a Tucumán quedando las baterías al mando de Celedonio de Escalada y Gregorio Ignacio Pedriel.

La vida de estas baterías fue muy corta, pues para fines de julio fueron levantadas, llevándose parte de sus elementos por decisión del Triunvirato para construir baterías en Punta Gorda y Santa Fe, ordenándose al coronel Monasterio el reconocimiento del "Paso del Rey" o "de la Manga" con el fin de allí volver a instalarlas y así impedir el posible intento de paso de la escuadrilla de guerra española, además permitiría asegurar las comunicaciones y el comercio con el Paraguay. Al mismo tiempo se designó al Alférez de Artillería D. Francisco Portillo como encargado del mando de la aludida Batería.

Comenzado el traslado, buques españoles provenientes de Montevideo apresaron una balandra, que desde Rosario, llevaba un cargamento de elementos necesarios para la construcción de la proyectada batería del Paso del Rey. A los pocos días, se produjo otra novedad cuando un barco español logró pasar aguas arriba por la posición transitoria del citado emplazamiento, aprovechando lo tempestuoso de una noche, procediéndose a reforzar la guarnición con cincuenta hombres para evitar que fueran sorprendidos.

Podemos tratar de conceptuar la situación de ese momento por los dichos en un parte fechado el 4 de agosto de 1812 en Paraná y dirigido al Gobernador Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que expresa esos detalles antes mencionado e informando que: “el día 1º del presente, fui informado por varios prisioneros nuestros, a quienes pusieron en libertad los piratas, que en la desembocadura del Río de Santa Fe, habían sido tomados por los de Montevideo; que tenían dos balandras, un bote, armados: que habían apresado cinco buques pertenecientes al Gobierno y Provincia del Paraguay, sumamente interesados por sus cargamentos. En este estado, solicité del señor D. Gregorio Pedriel, Comandante del Regimiento Nº 8, el 1º que me auxiliase con alguna tropa de la de su mando, para equipar el buque (nombrado El Jabonero), que tenemos en la Batería del Paso del Rey, armado con dos piezas de a ocho, a efectos de represar buques y destruir a los enemigos de la causa común: accediendo este Jefe a mi solicitud, destacó 80 hombres al mando de Dn. Benito Alvarez, Sargento Mayor del Cuerpo, quien emprendió su marcha el mismo día 1º con dirección a Paso del Rey, de donde salió embarcado con su gente, y otros auxiliares de los de este pueblo el día tres, y hoy 4 del presente, ha represado los buques tomados por el enemigo, destrozando completamente a éste en la toma del bote armado, sin la menor pérdida por su parte. De cuya acción, cargamento e intereses de los buques represados, daré a V. E. un exacto detalle en la primera oportunidad y bajo seguros documentos.
No puedo entretanto, Exmo. Señor, dejar de recomendar el relevante mérito e ingentes sacrificios, hechos por estos beneméritos vecinos en lo general, y en particular por los destinados a la defensa de la Batería, a quienes en recompensa considero de justicia se le asigne su parte de la presa; la que reclamaré ante V.E. llegado el caso de mandar el parte circunstanciado de lo acaecido”.

Mientras tanto, en Santa Fe se llevó a cabo la instalación ordenada bajo la dirección del Coronel de Ingenieros Eduardo Kallitz, conocido como el Barón de Holmberg, en la confluencia del riacho Santa Fe y la laguna de Guadalupe, la que duraría hasta 1814, cuando fue destruida por una creciente.

En Paso del Rey, sin haberse concretado la construcción de la batería, el coronel Monasterio recibió la orden de regresar a Buenos Aires, donde lo encontramos el 22 de julio fundiendo la primera pieza de artillería con destino al sitio de Montevideo, en la fábrica que se instaló para ese fin, quedando el capitán de Artillería don Manuel Herrera a cargo de proseguir las obras y se designó como comandante Militar de las Baterías al Teniente coronel del Regimiento Nº 2 de Infantería don José León Domínguez. También fue enviado el Barón de Holmberg a realizar un nuevo reconocimiento y allí se decidió cambiar la ubicación del emplazamiento, conviniéndose en levantarlas en Punta Gorda, por entender que era un mejor punto estratégico y ofrecer mayores posibilidades de defensa en caso que fueran atacadas.

Herrera llevó a cabo la obra, terminándose en enero de 1813 y que consistió en tres Baterías: la del Banco, la de Costa Firme y la de la Isla de la Ensenada.

La primera levantada sobre un banco de arena próximo a la costa occidental y separado de la misma por un "simple y pequeño brazo del Paraná", era particularmente fuerte y estaba armada con dos cañones de a 24 y cuatro de a 12, servidos por cuarenta y seis artilleros; la naturaleza de la costa, intransitable a causa de los numerosos pantanos y canales, la hacía casi invulnerable a un ataque terrestre; la guarnición de infantería era de 62 hombres.

La de Costa Firme, levantada en la orilla opuesta, y frente a la anterior, sobre una barranca de unas 35 varas de alto, estaba muy expuesta a los ataques desde tierra, pues sus flancos estaban cubiertos por los bosques que bordeaban la costa, y además, podía ser dominada por los fuegos hechos desde las barrancas vecinas y batidas por los buques enemigos sin ser protegida por la del Banco; estaba artillada con un cañón de a 12, dos de a 11,5 y dos de a 8, con treinta y cuatro artilleros; su construcción no permitía instalar una guarnición de infantería y la protección de sus flancos exigía una dotación de sesenta infantes por lo menos; podía cruzar sus fuegos con la del banco.

La de la Isla de la Ensenada, con sólo dos cañones, que fue luego trasladada por Herrera más al Norte, porque corría peligro de ser destruida por las crecientes.

El 4 de diciembre de 1812, el Comandante de las Baterías Marcos Balcarce, que venía de cumplir funciones de Jefe Interino del Estado Mayor General desde la partida del coronel Viana a la Banda Oriental, reemplazó a Domínguez en el comando militar de Punta Gorda, donde elevó un oficio al Supremo Gobierno de las Provincias Unidas, informando en él: "He recibido el oficio de V. S. en el rige que me previene se reparen los quebrantos que puedan tener las Baterías por las avenidas y que siempre mantengan su guarnición: en su contestación debo exponer a V. S. que la Batería del Banco por su alrededor tres cuartas de agua y dentro del mismo, pues sólo los frentes de S y L se hallan concluidos, y los demás con un corto principio de trabajo; de que resulta que la tropa y municiones están reducidas al pequeño espacio que ocupan los cañones en los dos frentes indicados: y para que pueda subsistir de algún modo durante la creciente he determinado se le ponga una estacada a mazo para la parte exterior, según tengo hecha la experiencia para que resguarde la fajina, que la va desuniendo el agua y por esta razón comiendo la arena del parapeto, y haré todos los esfuerzos posibles para sostener la Batería hasta el último por lo interesantísimo que encuentro su existencia.
La de la Isla de la Ensenada la creo muy pronto inutilizada, si sigue la actual creciente, pues la artillería, tropa y municiones está colocada en el espacio que estrechamente le es suficiente para fugarse las dos piezas.
A mi llegada a este destino observé que la Batería que se había construido en costa firme podía ser batida por los enemigos, sin ser defendida de los fuegos de la del Banco y la Isla, lo que hice presente al Capitán Comisionado don Manuel Herrera, como también un sitio que se hallaba más adelante, que estaban paralelos sus fuegos con los del Banco, y con corta elevación los de la Isla; que efectivamente se adoptó y se ha empezado en el una Batería que se está trabajando con todo empeño, pues a pesar del corto número que V.S. observará en los adjuntos Estados en fuerzas que le incluyo, le doy diariamente al Capitán Comisionado cuantos individuos en Infantería y Artillería me pide, aunque tienen que largar el fusil después de su fatiga, agarran las azadas, pero tanto para esta construcción como para el estado de las otras Baterías me parece muy necesaria la venida del Sor. Dn. Angel Monasterio, que con ella aunque no sea más que por un día, se adelantaría mucho".

También en la misma pidió se le pasaran los partes que se daban desde el Rosario a Santa Fe sobre el "paso y repaso" de los buques enemigos, pues del punto donde se hallaban no se podían avistar con antelación, no obstante los espías, sino a la distancia de legua y media. Solicitó también se previniera al Comandante o Administrador de Correos del Paraná, para que le dirigiera con un chasqui los oficios que fueran para aquella Comandancia, y que les mandaran un “buen anteojo preciso” para uso en la Batería, como también una cuchara para bataraxa, pues pensaban colocar en lugar de hornillo, una fragua en la armería.

Seguramente esto último fue provisto, pues en el documento original figura un párrafo agregado con otra letra que dice "Cómprese por necesaria y avísese al Comandante Mayor que se activen los trabajos para que se pueda obrar prontamente por la incursión que puedan hacer los marinos".

El 19 de diciembre de 1812, el Supremo Gobierno comunicó al comandante militar de dicho punto, el deseo de que esas baterías proporcionasen a la Patria, la gloria de presentar al enemigo un escollo donde se estrellase la orgullosa marina de Montevideo, y que había decidido "nombrar al Barón de Holmberg encargado de la prosecución de los trabajos". Este llegó a destino el día 28, y, a los tres días elevó un informe sobre el estado de las obras.

Una vez inspeccionadas las baterías, Holmberg siguió hacia el Norte para informar sobre las defensas de Santa Fe. El 3 de enero de 1813 escribió a Buenos Aires opinando que no convenía levantar baterías en esta ciudad, preconizando en cambio, la organización de una fuerza móvil, con artillería volante, para el caso de que algún buque forzase el pasaje; también aconsejó se armasen algunos lanchones y cañoneras.

De regreso a Punta Gorda, el 29 de enero Holmberg elevó un oficio crítico de su situación, en el que comentó que por intermedio del Gobernador de Santa Fe, Dn. Antonio Luis Berruti, había recibido la comunicación de que conjuntamente con Balcarce, eran los dos responsables del Punto de Punta Gorda. Esto motivó que fundamentara que él era sólo el oficial a cargo de las obras de fortificación y no podía serlo de un lugar donde no mandaba solo. Además agregó que allí no había sido dado "a conocer bajo ningún título, ni de segundo, ni de último jefe, de modo que yo me miro en este punto, no como un oficial superior, sino como una especie de albañil honrado, y así creo que me miran los demás".

Además se encontró con la autorización para construir el reducto destinado a la protección de la batería de costa firme, de acuerdo a lo propuesto en su informe del 31 de diciembre de 1812 y a pesar de la opinión contraria de Balcarce, quien creía, que la protección debía proporcionarse con tropas y no con obras, puesto que la guarnición del reducto se vería precisado a abandonarlo para contraatacar si la batería de Costa Firme era atacada por la espalda. Cuatrocientos hombres bien armados deberían ser según este último, la guarnición mínima de Punta Gorda.

El combate de San Lorenzo el 3 de febrero, en el cual San Martín y sus Granaderos derrotaron a la fuerza de desembarco realista, mandadas por el comandante Antonio Zabala, transportado por una escuadrilla que había zarpado desde Montevideo a cargo del comandante Rafael Ruiz, dio fin por el momento a que intentaran realizar otras excursiones similares, diluyéndose a partir de ese momento la importancia estratégica de la fortificación.

A pesar de ello, el reducto que había sido comenzado el 27 de enero fue terminado el 17 de marzo y gracias a los meticulosos informes enviados por Holmberg a Buenos Aires, es posible tener hoy la idea exacta del mismo, así como el proceso de su construcción.

Hasta noventa hombres de la milicia, pagados a jornal, trabajaron durante cuarenta y dos días enteros, cinco medios días, una noche entera y media noche, utilizando las pocas herramientas obtenidas en Santa Fe y otras construidas en Punta Gorda. El afán de Holmberg de terminar a corto plazo se estrellaba contra los hábitos de trabajo de los milicianos. A pesar de que los horarios fueron fijados por Balcarce, estos no se cumplían. "Hay que combatir la mala costumbre de la siesta", decía Holmberg en su informe, y además como no consiguió hacerlos trabajar en las noches de luna, agregaba: "Cuando el servicio del Estado lo exige, no se pregunta al individuo quieres, sino se le dice y claramente, debes. Parece que el Comandante de la milicia había olvido este artículo".

El 1º de marzo hizo entrega del reducto al capitán Agustín Herrera, el que constaba de: 1) el reducto mismo con su través; 2) el repuesto a prueba de granadas reales; 3) cinco explanadas; 4) una puerta de rastrillo; 5) un caballo de frisa; 6) 516 estacas de 2,5 varas de largo colocadas sobre el borde de la contraescarpa alrededor de todo el reducto y del través; 7) una escalera de mano para bajar el repuesto, y 8) dos tablones de lapacho para subir y bajar los cañones de la explanadas. El costo total de la obra (jornales y herramientas) fue de 1.324 pesos con cuatro reales.

Fue artillado con un cañón de fierro de a 8 y otro de bronce de a 2. Más tarde se reforzó, con artillería volante, la Batería del Banco (cuatro cañones de bronce, dos de a 4 y dos de a 2) y el reducto (un cañón de bronce de a 2), con los que se hacía un total, para las baterías y el reducto de 16 cañones de diversos calibres.

El 4 de abril guarnecían Punta Gorda, 64 hombres del Regimiento Nº 2 de Infantería, 111 artilleros, 71 Blandengues de Santa Fe y 74 de la Compañía de Pardos. También ese día, en un Oficio, Marcos Balcarce escribió en Punta Gorda: “Que anteriormente se ha pedido una botica para este destino, que se halla con 320 hombres, sin oficiales según el Estado que remite al Estado Mayor, y carece de todo auxilio para asistir a los enfermos, que en el día de la fecha son 14 y no los manda a Santa Fe porque tampoco hay auxilios. Pide un Capellán con una Caja de Capilla, con lo que tendría auxilio la tropa y se atraería mucho vecindario que lo ve muy dispuesto a formar una población.
Antes de mi salida de esa Capital, se pidió por mi antecesor Botica para este Hospital por conducto del Estado Mayor, y yo lo repetí por la misma vía con fecha 22 de febrero acompañando una nota a la que el Cirujano creía preciso ya que ninguna solicitud se ha contestado.
En el día guarnecen este punto 320 hombres, sin oficiales según el Estado que remito al Estado Mayor y se carece de todo auxilio para la asistencia de enfermos, que es indispensable haya y que se aumentarán en el invierno que está encima; tengo ahora 14 que exigen hospital, no los mandé a Santa Fe porque tampoco hay como asistirlos.
Aunque a la guerra actual no corresponde la dotación de un Capellán porque la ordenanza lo señala a los destacamentos de 500 hombres, por la larga permanencia convendría uno con una caja de Capilla, pues en el mes que acabó se me han muerto tres soldados de accidentes prontos sin ningún auxilio, y con el que digo lo tendría la tropa y al mismo tiempo atraería mucho vecindario, que lo veo muy dispuesto para formar una capilla; y se quiere una población".

Aunque se le contestó que se le iba a proveer lo solicitado, no hay antecedentes que se haya cumplido el referido nombramiento de un Capellán.

La vida de esta fortificación duraría hasta noviembre, cuando el Gobierno de Buenos Aires, al interpretar como cierta que una escuadra realista de grandes proporciones avanzaría hasta esta zona y ante la alternativa que el armamento fuera capturado por el enemigo, ordenó que una parte fuera destruido y otros enviados a Hilarión de la Quintana, en ese momento en Concepción del Uruguay, para sumarlos al ejército de Rondeau, sitiador de Montevideo, entre ellos los cañones de a 24 que existían en la batería del Banco y el cañón de a 8 de la de Tierra Firme.

Como referencia de la ubicación que tuvieron, indudablemente que el cambio que se produjo en la zona hace imposible pretender ubicarlas, principalmente las de las islas. Asimismo, en cuanto a la de tierra firme, que supo ser reconstruida en varias oportunidades para defensa de la zona del puerto, como lo fue en 1826 ante la inminencia de un conflicto con Brasil, en 1840 para permitir que las tropas de Lavalle abordaran a los barcos de la escuadrilla francesa ante la aproximación del ejército de Echagüe; pero sirve para orientarnos el testimonio dejado por el Dr. Leopoldo Melo; integrante de la tradicional familia residente en la que conocemos como “Casa de los Melo” o la "Escuelita" y nacido justamente allí, que refirió: “siendo niño salía ir a jugar a las zanjas de las baterías, donde Holmberg tuvo establecidas unas piezas de artillería, yo nací en sus proximidades, a estas zanjas las destruyeron hace unos años al colocar allí una señal hidrográfica del M.O.P. de la Nación. Con esto me encontré cierta vez que regresé de Rosario, donde yo estudiaba, fueron destruidas sin concepto histórico. He tratado de conservar todo esto, pero sólo queda la casa donde nací y murieron mis padres". Este comentario se lo expresó al autor de un trabajo realizado en 1952 con los auspicios de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, Tcnel. (R.A.) Ignacio Camps, quién luego de exhaustivos estudios llegó a la conclusión que estuvo ubicada a 1.500 metros al Sur-suroeste de la que fue la estación férrea Puerto Diamante, y después trasladada más al Norte, es decir 625 metros al Sur-suroeste del mencionado puerto.

Este autor también mencionó los dichos de otro vecino del lugar, don Justino Santa María, "nacido en Paraná y fallecido hace cuatro años, de casi 80 años de edad, de inteligencia clara y muy buena cultura general, que conocía no solamente a la región Punta Gorda, en donde vivió más de 20 años, me señalaba el lugar "a la izquierda de un saladero, como el lugar donde decían los viejos, cuando yo era muchacho, que allí habían habido unos cañones que habían sido instalados en la épocas de nuestras guerras, para defenderse de un desembarco; yo, me decía, siempre lo tuve así porque había unas zanjas".

En cuanto a la posibilidad de encontrar restos, prácticamente en imposible ya que se trató de construcciones realizadas en tierra, no encontrándose referencias que indiquen la utilización de ladrillos, cal, piedra o materiales similares, es decir que fue un reforzamiento del terreno.

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