La jornada del viernes 22 de abril de 1966 no fue una más
para el paraje “La Virgen”, como para aquellos que protagonizaron los sucesos
que dieron que hablar a los diamantinos y que ocuparon los titulares de la
prensa nacional.
Esa semana había sido muy lluviosa, bastante más que lo
normal, superando los 300 mm. Todas las zonas bajas se habían cubierto de agua,
llevando también a que el caudal de los arroyos Marrincho y de la Ensenada se
vieran totalmente crecidos, detalle que aunque varias veces observado, esta vez
llamaba la atención el nivel que iban alcanzando.
El día 22 nuevamente amaneció con mal tiempo, Enrique
Zancada, este santafesino afincado en Diamante, cumplió su rutina de tomar unos
mates con su esposa, Deoli Acosta, partiendo luego para hacerse cargo como Jefe
de Tren del Coche Motor Nº 32, Tren 173, donde también realizaba tareas de
Guarda Encomienda, integrando la dotación junto al conductor Luis Pedro
Gernster y al estafetero José Laster. No se le ocurrió pensar seguramente las
peripecias que estaba por vivir, aunque algo de intuición tuvo, pues comentó
antes de salir, la conveniencia de enviar adelante la cuadrilla de exploración
para ver el estado de la línea, pero dado el horario y que el personal debía en
todo caso ser buscado, se decidió salir igual, aunque sin tener en cuenta la
duración del trayecto y realizar la combinación que correspondía.
Subieron los pasajeros, todo estuvo listo y partieron en el
horario diario de las 05:07 de Puerto Diamante con rumbo a El Pingo. Realizaron
la parada en Estación Strobel, donde completaron 14 pasajeros y continuaron la
marcha. Zancada se ubicó en el furgón encomienda organizando la carga. Al llegar
al Km. 6,300, un poco más allá de la ruta en el paraje "La Virgen",
aconteció lo que nadie se imaginaba. La gran cantidad de agua había erosionado
el terraplén de las vías y cuando pasaba el coche cedió imprevistamente. Esto
ocasionó que uno de los rieles quedara en el aire y ante el peso que soportaba
se quebrara -y acá estuvo la mano de Dios- pues la punta del mismo se incrustó
en la bocina frontal del vehículo, que a su vez comenzaba a tumbarse hacía un
gran lago que se había formado en el bajo inmediato, con tal suerte que fue
retenido por éste, quedando en una curiosa posición.
Lo que pudo ser una gran tragedia, hizo que la mayoría de
los pasajeros solo pasaran un gran susto. Con heridas leves resultaron Celia
Castro, José Castro, Alcides Zapata y el estafetero Laster. Lamentablemente un
pasajero de apellido Escobar (que viajaba al velorio de un hermano en Crespo)
sufrió un gran golpe que le interesó principalmente la columna vertebral, al
mismo tiempo que el agua le comenzó a llegar al pecho con peligro que se
ahogara, para lo cual el nombrado José Castro pudo sostenerle la cabeza
levantada hasta que fue socorrido. En el caso de Zancada, fue arrojado contra
la carga estibada en el furgón, sufriendo varias y graves lesiones
(desplazamiento de mandíbula, perdió la dentadura, cinco costillas rotas,
quebradura de la clavícula y del brazo, heridas de todo tipo). Todo esto fue
acompañado por un tremendo dramatismo, pues peligraba la precaria estabilidad
del coche, que continuaba sostenido por el riel.
Nos relataba hace unos años don Enrique Zancada, que no
recordaba casi nada de lo acontecido, pero lo fue reconstruyendo a través de
los testimonios de los que participaron en los distintos momentos del hecho:
“Los primeros en acudir en auxilio nuestro fue una familia Zapata, que vivía
casi enfrente, coincidiendo con el momento en que el bebé que tenían lloraba,
su madre se dispuso a darle el pecho, cuando escuchó el estruendo y posterior
silencio, interrumpido luego por los gritos y la luz de coche que quedó prendida.
Despertó al marido y salieron, acudiendo inmediatamente al lugar. Al mismo
tiempo llegaba otro vecino de apellido Tóffoli, y juntos se encargaron de
sacarme con un lazo de la terrible situación en que había quedado”.
Al mismo tiempo, un obrero ferroviario, que vivía pasando La
Virgen, iba a caballo hacia los talleres, cuando observó el accidente,
rápidamente fue el que se encargó de dar el aviso en Strobel de lo que estaba
ocurriendo. Los ferroviarios que iban llegando al trabajo, al enterarse se
dirigieron caminando hacia el lugar. Las primeras operaciones de socorro se
vieron entorpecidas, pues se había desbordado el arroyo "Marrincho",
cortando la comunicación entre Diamante y el lugar del hecho (recordemos que
todavía no existía el nuevo acceso Este).
Hubo pasajeros que llegaron a estar tres horas dentro del
coche, pero finalmente los heridos pudieron ser trasladados al Policlínico
Ferroviario de Diamante para su atención. Lamentablemente, Escobar falleció a
los tres días, mientras que Zancada pasó un año restableciéndose de su grave
estado, y comentaba: "Debo agradecerle al Dr. Ré que me salvó la vida,
pues fue tal la cantidad de heridas y fracturas que presentaba, que tuvo que
dedicarse de lleno a mi atención, realizando un trabajo perfecto, que llamó la
atención luego cuando concurría a otros centros clínicos para mi
recuperación". Y no dejaba de recordar con gran emoción como iban llegando
sus compañeros ferroviarios, casi todos embarrados y mojados, para dar sangre y
cubrir lo que podía necesitar, como el acompañamiento que le hicieron
posteriormente.
Pero la jornada del 22 de abril tenía aún otro suceso para
mostrar. Los que transitaban por Ruta 11 y debían cruzar por el puente de La
Virgen, veían con preocupación como el nivel del curso de la Ensenada seguía
creciendo, hasta comenzar a cubrirlo durante varias horas. Así fue que
vehículos con personal y ambulancias enviadas desde Paraná a socorrer a los
accidentados del coche motor, al llegar al lugar no pudieran pasar, pues
atinadamente se había procedido a cortar el tránsito preventivamente.
Innumerables personas estaban observando el cuadro que
ofrecía este fenómeno, entre ellos funcionarios provinciales, como el Ministro
de Gobierno, Justicia y Educación Dr. Benjamín Stubrin, el de Acción Social,
Dr. Luis Tabuenca, el Presidente de Vialidad, Ing. Felipe Quaranta y el Jefe de
Policía Sr. Carlos Aguirrezabala, cuando a las 10:10 de la mañana la presión
del agua hizo ceder un tramo de unos 50 metros en la parte media del puente.
Afortunadamente no hubo que lamentar desgracias personales.
Las escenas de los dos sucesos quedaron registradas por la
presencia del fotógrafo Cortéz, que dejó para la posteridad el impactante
testimonio gráfico, pero además, periodistas que habían viajado ante la noticia
que había llegado a Paraná, difundieron a la prensa nacional lo acontecido.
Posteriormente, para solucionar la continuidad del tránsito,
los viajantes eran cruzados en un barco para transportes de animales, para
luego instalarse una maroma, que permitió realizar dicho pasaje. Más adelante
se habilitó un camino de desvío por Strobel, cruzándose la Ensenada a través de
un puente provisorio cuya construcción estuvo a cargo del Ejército Argentino
(en el mismo lugar donde supo estar el primer puente sobre el arroyo), el que
se mantuvo hasta 1969 en que se inauguró el actual.
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