En el marco de la concentración de tropas y medios ordenados por el general Urquiza en Punta Gorda, preparándose para lo que fue el cruce del Paraná, bajo la dirección del entonces teniente coronel Sarmiento y fechados en el “Cuartel General en el Diamante”, el 10 de diciembre de 1851 vio la luz la Proclama a los soldados, arengándolos ante la campaña que se
iniciaba y que terminó en Caseros, mientras que al otro día, se editó el Nº 1 del Boletín del Ejército Grande de la América del Sud, dando novedades de la situación que se vivía en ese momento.
La población de Diamante era reducida, pero la importancia de la ubicación de la Villa la hacia tal vez una de las más notables desde el punto de vista político y estratégico. Al llegar diciembre, ya estaba instalado desde hacía un tiempo el Hospital Militar a cargo del Dr. Diego Pardué, distintas fracciones de tropas iban llegando de acuerdo a lo planificado y el arribo de Sarmiento, que lucía un acicalado traje militar de corte europeo, sus patillas en forma de U y su cabello cortado al rape no pasó desapercibido. Se movía entre todo ese entrevero de tropas, llevando en la parte delantera de la montura de su caballo, un pupitre y útiles para escritura, dando lugar a los más diversos comentarios, que iban de cierto respeto hasta los más grotescos.
Inicialmente el traslado de la imprenta fue todo un problema por lo pesada e incómoda, pero el comandante militar del Diamante, don Luis Hernández, al recibir la orden de tomar la plaza de Santa Fe para asegurar el momento crítico del cruce, debió traer una prensa portátil que había allí y que había sido advertido en una nota de Urquiza a Crespo, que deduzco se cumplió por los dichos posteriores al hablar de la máquina y su tamaño.
Ésta funcionó casi sin parar a partir de ese momento, publicando las órdenes del día y los comentarios del boletinero, dejando un valioso testimonio del momento. Lo acompañaron don Joseph Alexandre Bernheim, un francés muy entendido en el tema y que ofició de encargado, y los tipógrafos Pablo Coni y Benito Hortelano.
Sin duda el trabajo que más ha quedado en la memoria de los diamantinos, es el Boletín del Ejército Grande de la América del Sud Nº 3 fechado el 25 de diciembre de 1851 –el último que vio la luz en Diamante- cuando en una de las frases escribió: “El sol de ayer ha iluminado uno de los espectáculos más grandiosos que la naturaleza y los hombres pueden ofrecer: el pasaje de un gran río por un grande ejército”.
Y continuó en otro párrafo más adelante: “La Villa del Diamante ocupa uno de los sitios más bellos del mundo. Desde sus alturas, escalonadas en planos ascendentes, la vista domina un vasto panorama, masas ingentes de las plácidas aguas del Paraná, planicies inconmensurables de las vecinas islas y en el lejano horizonte, brazos del Grande Río y la costa firme de Santa Fe, punto de partida de la gran cruzada de los pueblos argentinos”.
Dejó además como parte de sus relatos de boletinero: “Viví en la casa más linda que había frente a la plaza”, que según la tradición oral se asegura que se trató de una propiedad –hoy inexistente- que estuvo situada sobre la actual calle San Martín, a mitad de cuadra.
Su sueño de vivir alguna vez en Diamante
Don Domingo también tuvo tiempo de recorrer las barrancas y lomadas, cautivado por el paisaje que tenía ante sus ojos, y no dejó en una de sus salidas acompañado de Mitre, de elegir un pedazo de tierra para volver algún día a pasar sus últimos años. Se lo comentó a Urquiza y éste le dio la titularidad del terreno, conocido desde ese momento como el “Monte Sarmiento”.
Se trataba de un cierto número de manzanas ubicadas en la planta urbana al oeste de la ciudad, demarcadas posteriormente en el plano municipal de 1888.
Luego de publicar el Boletín Nº 3, Sarmiento y su equipo embarcaron en el vapor “Blanco” que lo trasladó hasta la zona de Rosario, continuando con su tarea.
En el mes de marzo de 1852, luego de la batalla de Caseros, Urquiza desde San Benito de Palermo le ordenó al gobernador delegado refiriéndose a cinco bultos pertenecientes a la imprenta del Ejército: "Indague Ud. si en el Diamante ha dejado Sarmiento algo de lo que le pertenezca a la imprenta, para que cuando Ud. remita los bultos que le pido, me mande también lo que en el Diamante hubiere”.
Esta historia no termina aquí, pues la continúa su hija Faustina Sarmiento de Belín, nacida en Procura, Chile, en 1832, fruto de sus amores con una alumna: Jesús del Canto. Ella se casó con el imprentero francés Julio Belín, dando origen a la familia Belín Sarmiento, dándole por lo menos un nieto: Julio Belín, el que estuvo acompañando a su abuelo en el momento de morir en 1888.
El 13 de diciembre de 1897, Faustina presentó una nota en la Municipalidad de Diamante como heredera de su padre, reclamando los derechos de posesión de ”una suerte de chacra, que desde entonces había sido reconocida y designada con el nombre de “Monte Sarmiento”.
En la fundamentación, expresó que el dato había sido citado oficialmente por su padre en el discurso pronunciado al inaugurar el tramo de ferrocarril de Concordia a Federación, en el año 1874.
Lamentablemente no han quedado registros de la respuesta dada a esta presentación y prácticamente a pasado al olvido el lugar, que fue parte de un sueño de uno de los tantos hombres que pasaron por Diamante.
Imagen: Sarmiento reproducido en el cuadro de Emilio Caraffa